Para muchos economistas la actual gestión de la crisis en la UE está derribando el Estado del bienestar. Dos teorías se encuentran enfren...
Para muchos economistas la actual
gestión de la crisis en la UE está derribando el Estado del bienestar.
Dos teorías se encuentran enfrentadas en la manera de superar la
delicada situación económica que atraviesa la eurozona. Por un lado, la
que aboga por el control estricto de la inflación sobre todo lo demás,
caiga quien caiga. En contraposición a esta teoría se encuentran los
partidarios de otorgar un papel diferente al BCE. Estos exponen que la
situación de la UE mejoraría si el BCE se comprometiera a ser
prestamista en última instancia de los Estados más endeudados.
Ejerciendo así un papel similar a la FED en EEUU o el Banco de
Inglaterra. Mantienen que modificando la
actuación del BCE se limitaría la influencia de los vaivenes de los
mercados sobre las economías de los Estados. Si el BCE se compromete a
ser prestamista permitiría flexibilizar la austeridad presupuestaria,
por consiguiente se reduciría el coste que suponen los ajustes para los
ciudadanos de los países más endeudados. Además, exponen que de esta
manera se alcanzaría de una vez la tan ansiada tranquilidad de los
mercados. Esto permitiría cierta relajación en los tipos de interés de
los préstamos que adquieren los Estados para financiarse. En definitiva,
con esta decisión se otorgarían más oportunidades a los países más
endeudados para reconducir sus cuentas sin recurrir a dramáticos
recortes sociales.
La alternativa hasta ahora, ha sido la
exigencia extrema a los países endeudados con tipos de interés muy
elevados y recortes sociales. Posteriormente, debido a que el país
afectado no puede hacer frente a los préstamos adquiridos, la elección
entre la quiebra o una “ayuda económica”. Para acceder a esta ayuda se
exigen recortes muy duros al país afectado que no terminan de solucionar
el endeudamiento, pues reducir drásticamente el déficit en una economía
deprimida reduce las posibilidades de recuperación del país. Así pues,
difícilmente estas ayudas evitarán una quiebra en el futuro provocando
una espiral de recortes, paro y prestamos imposibles de devolver.
Europa tiene reciente el fantasma de la
hiperinflación, especialmente en Alemania, esto explica la negativa de
Angela Merkel a modificar el papel del BCE. Pero, el Nobel en economía
Paul Krugman, afirma que una modificación de las funciones del BCE no
generaría inflación al estar claramente deprimida la economía de la zona
euro.
Los economistas que están tomando a día
de hoy las medidas acertadas o no para salir de la crisis, exponen no
sin razón que no se puede transmitir la idea de que cada dispendio en la
deuda soberana estará siempre cubierto por el BCE. ¿Pero acaso es
incompatible la seguridad que puede otorgar el BCE con la exigencia de
unos presupuestos razonables y supervisados por la UE?
Por otro lado, añaden que no se puede
erosionar al BCE adquiriendo directamente deuda de países en
dificultades. Pero el BCE ya se ha visto obligado a adquirir
indirectamente millones de euros de deuda soberana de países como España
para tranquilizar a los mercados. ¿Por qué entonces no se da el paso?, ¿
por qué se aplica la ortodoxia económica sólo cuando interesa acusando a
otras teorías de erróneas?, ¿por qué no se reconoce que únicamente
controlando el déficit de los Estados miembros es imposible salir de la
crisis?.

Surgen más preguntas inquietantes, ¿por
qué tantas reticencias a imponer verdaderas tasas que frenen la
especulación?, ¿por qué se desprecia el papel del Parlamento Europeo?,
¿por qué tanta demora en poner en marcha una “agencia de calificación
europea”?, ¿dónde ha quedado la promesa de regular los excesos de la
economía financiera?, ¿por qué una cumbre tras otra casi todo sigue
igual?…
Los años pasan y los efectos de la
crisis se multiplican afectando a los ciudadanos, especialmente en los
países señalados por las agencias de calificación. Esto provoca que el
debate entre ambas teorías continúe sobre la mesa.
No
parece que Angela Merkel tenga intención de modificar su posición
respecto al papel del BCE. Únicamente un hipotético y poco probable
acercamiento a la desaparición del euro podría empujar a la canciller
alemana a abandonar su cruzada contra la inflación. Pero
otra posibilidad se atisba en el horizonte, las elecciones en Francia y
Alemania pueden modificar el signo político de ambos Gobiernos. Esto
puede generar variaciones en el rumbo de las decisiones económicas en la
UE.
En
Francia el socialista Hollande parece estar cerca de derrocar a Sarkozy,
aunque el actual Presidente ahora encabeza los sondeos no parece muy
probable que pueda rentabilizar esa ligera ventaja en la segunda vuelta
del mes de mayo. Hollande se ha mostrado partidario de modificar las
reglas del juego, apoyado por el SPD, PSOE y Partido Democrático de
Italia a manifestado su intención de modificar las funciones del BCE
para que este luche contra la especulación. Además, pretende otorgar más
importancia al Parlamento Europeo, establecer reglas más estrictas para
controlar a los mercados y usar los fondos congelados de la UE para
fomentar la cohesión social y generar empleo.
Puede que todo se reduzca a un conjunto
de guiños dirigidos a su electorado o puede que esta vez un partido de
centro izquierda quiera desmarcarse de la ortodoxia económica. Si está
decidido a cambiar el tablero parece poco probable que lo consiga si en
2013 Merkel es reelegida. Sólo una posible coalición entre el SPD y Los
Verdes puede evitarlo.
Con dos gobiernos de corte
socialdemócrata al timón de la UE existiría la posibilidad de romper con
la política de austeridad extrema y modificar las funciones del BCE.
Motivos quizá no faltan, voluntad política para rehacer una Europa antes
envidiada quizá sí. Podría ser la última oportunidad para que la
socialdemocracia recupere la credibilidad y el discurso. Por su parte, a
los neoconservadores no parece afectarles demasiado que sus teorías
hayan sido deslegitimadas por la crisis económica y la ausencia de
soluciones eficaces hasta el momento. Continúan en la misma línea.
No se puede cuestionar que en un
contexto de crisis las condiciones socioeconómicas de la población se
debilitan. Pero debemos incluir en el debate sobre la crisis la
posibilidad de que el camino escogido por los actuales dirigentes de la
UE esté equivocado. Quizá están intentando apagar un fuego con gasolina.